Artículo
realizado por Abraham Coco Barajas en El Adelanto de Salamanca en su
edición del 4 de Abril.FOTOS: ALMEIDA
La colaboración entre las cofradías salmantinas logró que la Semana
Santa de este 2010 concluyera ayer de forma brillante con una procesión
del Encuentro ágil y coordinada con acierto. El cortejo comenzó su
andadura a las 11 horas, desde la capilla de la Vera Cruz. Allí se
concentraron una buena representación de las hermandades de la ciudad,
ni excesiva ni escasa. Todos aguardaban la salida de la talla que da
sentido a todas las procesiones anteriores: Jesús Resucitado. Su salida
era recibida con el himno nacional de la agrupación musical Cristo
Yacente y las campanillas que los pequeños de la Vera Cruz agitaban
entusiasmados por segundo año. El sonido no puede ser más agradable.

El Cristo triunfante, que acaba de salir del sepulcro, ahora vacío,
se erguía sobre el rojo de los claveles y las rosas rojas, que parecían
resplandecer más en Domingo de Resurrección, con un cielo despejado que
se sumaba a la fiesta, sin amenazar ahora con lluvia.
Media hora después de la salida del Resucitado hacía lo propio la
Virgen de la Alegría, la única que todavía no había atravesado el dintel
del portón de alguno de los templos cofrades salmantinos esta Semana
Santa. Era acompañada por la banda de música Ciudad del Tormes, y
antecedida, como es costumbre, por las cofradías más jóvenes: Jesús
Despojado, que desfiló por primera vez con su estandarte matriz, un
bacalao granate con bordados dorados; el Vía Crucis, Silencio, Cristo
Yacente, que portó su característica cruz de claveles; Amor y Paz,
además de la Hermandad Dominicana.
El Cristo Resucitado tomó una dirección, a través de Ramón y Cajal,
Compañía y la Rúa Mayor, mientras que la Virgen enfiló el paseo de las
Úrsulas, Crespo Rascón, Isabeles y la calle Zamora. En el primer tramo
se encontraban también el Santo Sepulcro con la tapa abierta, portado a
ruedas y con la OJE; y el Lignum Crucis, relicario que es el icono
central de la Cofradía de la Vera Cruz, que se movió bajo los acordes de
la banda de cornetas y tambores de Nuestra Señora de la Piedad
A las 13 horas las cabeceras de ambos cortejos se encontraban en la
Plaza Mayor. El obispo de la Diócesis, Carlos López, el vicario,
Florentino Gutiérrez, y el delegado episcopal de cofradías, Daniel
Sánchez, se disponían a iniciar el ceremonial que culmina con la Virgen
despojada de su luto, algo que se producía pasadas las 13.30 horas, con
el ágora charra a rebosar de público.
El instante que vertebra todo
Los pasos se acercaban y al golpe de campana, se alzaron
gloriosos. Después de siete días en los que la Madre había llorado tras
el Hijo, llegaba el instante del reencuentro esperanzador que vertebra
toda la celebración. Después de siete días en los que la Madre había
apretado la corona de espinas del Hijo contra su pecho atravesado de
espadas; después de siete días en los que había sostenido con angustiosa
piedad al Hijo entre sus brazos, tras encontrarse con él en la calle de
la Amargura, lo hallaba ahora Resucitado.
Los jefes de paso se intercambiaron entonces sendas flores. Las
blancas de la Virgen, para el Cristo, y las rojas de éste, para ella. El
obispo incensaba entonces a ambas imágenes y los charros aportaban el
toque característico al momento culmen con sus bailes.
Después, el cortejo comenzaba su caminar conjunto a través del arco
de Prior, Bordadores y el Paseo de las Úrsulas. En este tramo, la
procesión discurrió con más lentitud, pues tocaba disfrutar de los
últimos minutos
semanasanteros y la Vera Cruz debía resarcirse
del chaparrón del lunes.