ABRAHAM COCO
SALAMANCA FOTOS: J. M. GARCÍA

Más de uno bajaba ayer las escaleras de La
Clerecía con la sensación de haberse quedado sin escuchar un pregón que
anunciara la Semana Santa que asoma ya a la vuelta de la esquina. José
Ramón Alonso, rector de la Universidad, pronunció durante 20 minutos un
discurso alejado de las cofradías y de la celebración popular o
litúrgica de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Habló Alonso de los estudiantes, una de "las mejores generaciones
de la historia de nuestro país"; de su "época de trabajo en una
universidad norteamericana" durante la cual "el Gobierno español
devaluó dos veces consecutiva la peseta", razón por la que dicha
institución "decidió hacerse cargo del alquiler de mi vivienda porque
estaban contentos con mi trabajo y querían ayudarme". También del campo
de concentración de Auschwitz y de un siglo XX en el que "pisamos la
Luna, mandamos un robot a Marte y enviamos naves que volaron más allá
del cinturón de asteroides". Tal y como había anunciado, honró a sus
abuelos y fue entonces cuando los presentes vislumbraron vestigios de
lo que esperaban escuchar, al referirse Alonso a su infancia, en la que
"me llevaban a la misas y procesiones". ¿El incienso no hace distinciones?
Antes de profundizar en su labor como máximo responsable
de la Usal -"los que me conocen saben que no pierdo una oportunidad de
hablar de ella"- señaló cómo "los pasos de la Semana Santa quieren
llevar al corazón de las gentes un mensaje didáctico". Además, confesó
que "hay pocas cosas que me impresionen más que ese momento en que los
hermanos, todos a una, levantan el paso, o ese otro en que sacan la
imagen a través de la puerta de su iglesia". Cerró su intervención afirmando que "un pregón no es de quien lo
escribe, sino de quien lo escucha, lo disfruta y de quien lo comparte".
Y siendo así, quizás se haya agotado la línea de designación de
pregoneros de los últimos años. Dice González Iglesias en el poema que
Alonso leyó que "el incienso no hacía distinciones", pero quizás, sí
que las haga... Esta vez, Francisco Rodríguez Pascual no hubiera
aplaudido.
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