Una de las donaciones o regalos más apreciados a las imágenes de culto son las ofrendas en forma de flores de los devotos. Y, al igual que en los templos, cuando estas imágenes salen a la calle en procesión se adornan con flores, e igualmente otras imágenes que solo salen en estas procesiones. Desde el principio de los tiempos, y en cualquier religión, se ha ofrendado flores (además de presentes como incienso u aromas, cera, aceites...) alcanzando estas un aprecio especial, y, convirtiéndose simbólicamente, en una identificación de escenas o pasajes religiosos: las azucenas simbolizando la Virgen o la escena de La Anunciación, y que en Salamanca, constituye el emblema del primer templo de la Diócesis y su Cabildo Catedralicio; los lirios morados o de color “Nazareno” identificando al mismo; los claveles “de sangre” que acompañan a nuestros crucificados, al igual que el humilde, pobre y desgarrado cardo seco; los claveles o rosas blancas con las Vírgenes de Alegría...

En la simbología, gran parte de los crucificados se levantan sobre los montes del paso cubiertos de claveles rojos, como si estuvieran teñidos por la sangre del Cordero Crucificado ofreciendo su vida por nosotros: así en su agonía, como nuestro Cristo de la Agonía Redentora, o, posteriormente, ya muerto como en el Cristo de la Luz o en el Cristo del Amor y de la Paz o en el Cristo de Los Doctrinos.
Si en la naturaleza, la Primavera es la estación de la resurrección de la vida (tras la aparente muerte del Invierno) plasmada en la floración, asimismo, en la Primavera sucede la Semana Santa en que la Pasión y Muerte de Jesucristo antecede a la Resurrección Victoriosa del Vencedor de la Muerte. Y esa Resurrección hace que incluso un bastón de madera seca florezca (igualmente, muchas imágenes de San José –por ej. en el retablo mayor de San Julián y Santa Basilisa- van acompañadas del Niño Jesús en un brazo, y de su bastón florecido en el otro).
Existen múltiples ejemplos de esta simbología: por ej., en la ópera “Tannhäuser” de Richard Wagner (1813-1833) estrenada en el Teatro de la Corte de Dresde el 19 de octubre de 1845. En el acto III, escena 3ª, el arrepentido Tannhäuser vestido con la estameña y bordón del peregrino suplica arrodillado perdón con la cabeza inclinada ante el Papa Urbano IV, quien colérico ante sus pecados le augura las llamas del infierno: “!Te condenarás eternamente¡ Así como el cayado que sostengo en la mano ya no volverá a ser verde, tampoco la sangre del ardiente infierno podrá proporcionarte la salvación.” Al fin, Tannhaüser es perdonado divinamente por intercesión de su amada Elisabeth, y el cayado del Papa muestra enjoyado de flores un nuevo verdor: es el triunfo del Amor y la redención por el sacrificio de quien da su vida por nosotros. La ópera acaba con el coro de jóvenes peregrinos cantando al cayado florecido.
En las Cruces de Mayo, festividad muy popular al Sur de España y aquí bastante perdida, las cruces se cubren de flores naturales o de papel, significando la victoria de Cristo por la Cruz para salvarnos. Dentro de las procesiones salmantinas, la Real Cofradía Penitencial de Cristo Yacente de la Misericordia y de la Agonía Redentora, que cumplirá treinta años precisamente este 5 de mayo, hace honor a la Catedral Mariana donde se asienta y a la Cruz de Cristo, pues su emblema superpone el búcaro o jarrón de azucenas –símbolo de la Virgen y blasón del templo y Cabildo- a la Cruz de Cristo desnuda tras la Resurrección. ¡Que mayor identificación con nuestra sede canónica, la Catedral!
Y, como signo de esa Victoria de Cristo sobre la Muerte, nosotros, los cofrades, desde hace más de veinte años, procesionabamos alegres en la Procesión de Resurrección con esa cruz cubierta por los claveles rojos empapados de la sangre del Cristo de la Agonía, y con unos lirios morados donde sujetaron los clavos al Salvador: flores ofrecidas, tanto al Cristo de la Agonía, como al Cristo Yacente de la Misericordia. ¡Qué mejor muestra de la Pascua de Resurrección en las calles de Salamanca!
Durante muchos años, la Cofradía de la Vera Cruz ha revindicado la propiedad del Descendimiento y Santo Entierro aludiendo a razones históricas, y desde el Obispado se la denegaba por razones –entre otras- “de costumbre y de interés general”. Hoy se han retirado las atribuciones que permitían a la Junta de Cofradías, Hermandades y Congregaciones desde su creación en 1942 organizar la Semana Santa. Pero, lo que es difícilmente justificable, es que la Vera Cruz convierta “también” en su propiedad la Procesión General de Resurrección, estableciendo condiciones “leoninas” que, alegando mejorar su organización, dejan salir a su cofradía al completo limitando al máximo la intervención de las demás cofradías, hermandades y congregaciones: un estandarte, máximo treinta cofrades adultos... Y lo que más ha humillado a la Real Cofradía Penitencial: que la Vera Cruz prohíba procesionar nuestra Cruz de Flores realizada con parte de las flores que habíamos ofrecido sus cofrades y los fieles a los dos cristos que veneramos en la Catedral. ¿Es una Cruz de Flores un paso? ¿Puede tiranizar la Semana Santa Salmantina una de las dieciséis cofradías? ¿Tiene sentido una Junta de Semana Santa sin poderes organizativos?
Francisco José Jaspe y AnidoCofrade. Hermano. Congregante.