Emblema conmemorativo del 25 aniversario Sant?simo Cristo Agon?a Redentora Real Cofradía Penitencial de Cristo Yacente
de la Misericordia y de la Agonía Redentora
Sant?simo Cristo Yacente de la Misericordia
07/04/2013
Penitencia de alpargatas empapadas.
La lluvia trunca la procesión de 2013; obliga a la cofradía a regresar por Sánchez Barbero y la Rúa Mayor, y priva a las Isabeles del momento anual de oración ante su viejo Crucificado.
A. Coco
Fotografía: Salamanca 24 horas.

A esta crónica le gustaría escribir en su primer párrafo que el Cristo de la Agonía Redentora se encaminó impetuoso hacia las Isabeles, que discurrió sereno por San Pablo y regresó gozoso en la subida de la Compañía. Pero entonces no sería la crónica de la procesión de la Cofradía de Cristo Yacente en 2013, a la que la lluvia apenas permitió realizar su salida penitencial. No se había alcanzado la primera hora de desfile cuando las primeras gotas presagiaban el final.

Fue como si, al margen de partes meteorológicos, las nubes hubieran ido allanando la pena con varios avisos graduales cada año. “Mira que te va a llover”, vinieron a decir ya en 2011, con una salida en falso cuando solo había avanzado el primer tramo de hermanos. Media hora más tarde la procesión se reanudaría como siempre. Fue la primera advertencia de la lluvia que vendría en 2013. Doce meses después, en la Semana Santa de 2012, el aviso fue en la llegada apresurada gracias a la cual la hermandad entraba en su templo cuando comenzaba a jarrear. El agua se empeñaba en restar protagonismo a la madera escuálida y misericordiosa.

El primer recuerdo debe ser para las monjas. A nadie como a ellas privó la lluvia de contemplar prendido de la cruz a ese Hombre que durante tantos años agonizó en su sacristía. Cuando se dio la orden de girar por la calle Sánchez Barbero para enfilar la Rúa Mayor y regresar hacia la Catedral, era inevitable acordarse de las clarisas del convento de Santa Isabel. Por primera vez el Cristo no volvía a casa. Solo había ocurrido en la primera procesión en 1987, pero entonces no estaba incluido en el itinerario. Fue a partir del año siguiente cuando el Crucificado añadió a su recorrido la visita anual a quienes hasta 1846 fueron sus únicas vecinas y sus pocos rezos.

El Cristo, que siempre pareció de secano, perdía la condición esa madrugada. Cierto que no ha faltado ninguna noche a su cita con Tostado, que siempre cruzó el dintel catedralicio, pero esta vez no sería para recordar y la penitencia terminaría empapada a cada paso que el esparto avanzaba desganado de regreso.  Nada era ritual. Con la puerta del Obispo cerrada por los andamios de la restauración de la torre de la Catedral, la hermandad se guarecía de nuevo por Ramos. Y entonces la crónica mueve las manecillas del reloj hacia atrás y se planta en la Promesa de Silencio a nazarenos y ciudadanos. Obispo y alcalde, que no solo fue por esta vez petición de respetuoso mutismo, sino declaración de intenciones y otras reivindicaciones.

Otro regidor, durante tantos años al micrófono en el atrio catedralicio, callaba esta vez como uno más en el bordillo de la muchedumbre de devotos y admiradores en la calle San Pablo.

Con la lluvia truncando plegarias callejeras, la procesión languidecía con una vuelta por las naves de la basílica para apurar las ganas de procesión de un vaso bebido casi de un trago.Semana Santa 2013
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